El show íntimo de Luismi / Clarin

El cantante actuó para 2.000 personas en una cena exclusiva. Hubo famosos y también anónimos que pagaron hasta 3.000 pesos por ver y escuchar de cerca al mexicano.


Antes de los cuatro shows en Vélez que arrancan hoy, Luis Miguel convocó a ricos y famosos en una cena show exclusiva en Costa Salguero. Pero más allá de las figuras de la farándula, también hubo quienes rompieron el chanchito, se embadurnaron de lentejuelas, raso o encaje y pagaron entre 1.800 y 3.000 pesos para que el Rey Sol les cante casi como en el living de su casa.

Con mousse de foie de ave, salmón del Pacífico, lomo en costra de hierbas y croustillant de chocolate, los estómagos quedaron contentos antes de que Luismi empezara a cantar a la hora del postre (23.30), en un concierto calcado del que dará en el estadio, acompañado por doce músicos.
Entre las 2.000 personas repartidas en 250 mesas del salón, la gran figura fue Susana Giménez, que compartió la cena con su hija Mercedes, su yerno Eduardo Celasco, y sus amigos Selva Alemán, Arturo Puig y Teté Coustarot. Fueron de los privilegiados que casi sintieron el aliento del cantante a centímetros del escenario.
Flavia Palmiero, Lola Ponce (con sus padres), Sabrina Garciarena, Panam, Carolina Baldini, Kike y Alvaro Teruel, entre otros, tuvieron que prestarse incesantemente a las fotos que les pedían los anónimos. Lo mismo que el doble de Luis Miguel que aprovechó sus cinco minutos de fama prestada, pero como cualquier hijo de vecino tuvo que hacer la fila para ir al baño.
Antes del revoleo de servilletas, al mejor estilo poncho de Soledad, en las mesas ocurrían situaciones dignas de comedia. Por ejemplo, la abogada María del Carmen Albano vivía su sueño hecho realidad: su marido e hijos la sorprendieron con una entrada como regalo de cumpleaños y ella, después de un fahion emergency fugaz, disfrutaba de la noche. Luismi también contó con compatriotas en la platea, como el caso de Brenda, que coreó a la par del cantante con la pasión de un auténtico mariachi.
Después del mexicano, fue un salteño el más requerido para los autógrafos: el nochero Kike Teruel, declarado fanático del hombre que hace pocos meses parecía tragado por la tierra, juzgaba: “Por lejos es el mejor cantante latino. Nunca lo vi en vivo y por eso me decidí a volar desde Salta solamente para este show”.
Después de que el champagne bajara de a litros, el rubio se despachó con unos 30 temas de todas las épocas. Eso sí, nada de bromas personalizadas a la platea. Ni el glamour de los invitados lo hizo salir a Luismi de esa postura de escasez de palabras. En las pantallas detrás del escenario ni siquiera faltó la imagen y la voz de Frank Sinatra.
Mientras, en los baños las señoras y señoritas se emperifollaban como si el mismísimo protagonista de la noche fuera a llevárselas al hotel. “Me siento como en Hollywood”, confesaba una. Hubo una hora y media de canciones, con bises y los mismos gritos exaltados que en el pasto del estadio. Pero acá con una copa de champagne y mucho brillo de lentejuelas.

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