Con mucho ritmo, Luis Miguel sigue conquistando al público argentino / Clarín

Hoy es el segundo show de cuatro programados en el estadio Vélez, en el marco de su tour 2010. Con entradas agotadas, presentará su último disco, Labios de Miel, ante 20 mil espectadores.


“¡Ahí está. Es él. Miralo!”, gritó eufórica una mujer cuando Guillermo Elias, el doble de Luis Miguel irrumpió anoche en la zona vip del estadio Vélez Sarsfield y generó un alboroto entre las fans que inmediatamente se abalanzaron sobre él. “Te pido una foto, por favor”, “Dame un beso, sos igual al Rey sol”, fueron algunos de los comentarios de las espectadoras, que lo redujeron de tal manera que tardó más de media hora en ubicarse en su asiento que, como era de esperar, estaba entre las primeras filas frente al escenario.
El acoso hacia El doble -como se hace llamar-, fue desmedido pero de alguna manera justificado. Dos años esperaron las porteñas para volver a ver a Luis Miguel, el auténtico. Aproximadamente quince días estuvieron acampando en los alrededores del estadio para comprar las entradas para lo que fue el primero de los cuatro shows en Buenos Aires y  pagaron hasta 700 pesos para poder estar cerca de él y obtener, en una de esas, alguna mirada o gesto.
“Compré entradas vip para los cuatro shows, para mi hija y para mí”, le contó a Clarín.com una fanática que confesó que casi se queda sin marido cuando se tatuó en el pecho Luis Miguel. “No me importa haber gastado tanta plata, él lo vale”, sonrió, cómplice.
Los rostros se mostraban felices y ansiosos. La idea de renovar el romance se acercaba. Tras los rumores sobre su estado de salud, las más de 20 mil fanáticas presentes querían que saliera a escena y se lo pedían a través de los cánticos y suspiros. Su aparición no sólo iba a complacerlas a nivel musical, sino que además iba a romper con el hermetismo que rodea su entorno privado.
Finalmente, a las 21.57 se apagó la luz. Los gritos ensordecedores de las fans se apoderaron del estadio, donde las localidades se encuentran agotadas. Con un impecable traje negro, camisa blanca y corbata rayada, Luismi abrió con Te propongo esta noche, una canción de su álbum Amarte es un placer (1999).  Luego siguieron canciones como Suave y Con tus besos, así como una respetuosa y orquestada versión de Volver, el tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera. La seguidilla dio lugar, con video y audio mediante, a un dueto con el fallecido Frank Sinatra para la canción Fly with me, que grabó hace más de 10 años con el cantante estadounidense.
Las fanáticas, fieles a su amor incondicional, recién tomaron asiento en el quinto o sexto tema, cuando el Rey cantó Tres palabras y La barca, aunque la serenidad duró poco. La seguidilla de temas clásicos y movidos como Cuando calienta el sol, Será que no me amas, Como es posible, no dieron respiro alguno.
Es así que en la hora y veinte aproximadamente que duró el recital no se escuchó un No se tú, Hasta al fin o Hasta que me olvides, por citar algunos de los clásicos lentos que el artista no solía pasar por alto en sus shows, por los menos hasta ayer.
Fue claro el giro musical que Luismi quiso hacer esta vez. Alejado ya de los lentos y con mucho ritmo, focalizó su show en los álbumes más viejos. Hizo un repaso por Decídete (1983), Busca una mujer (1984), 20 años (1990), Aries (1993) y, lógicamente,  por su último disco, titulado Labios de Miel, que salió a la venta en agosto pasado.
Si bien el recital fue entretenido, la exaltación del público –y del propio Luis Miguel- comenzó a decaer hacia la mitad del show. Los esfuerzos del mexicano por entusiasmar a los más de 20 mil espectadores fueron escasos. Se lo vio bailar poco y prácticamente no interactuó con el público. No es novedad que es un artista de pocas palabras, pero en esta ocasión –y a diferencia del 2008- se lo vio menos hablador y simpático con la gente. Un “los quiero mucho, gracias”, fue todo lo que dijo.
A eso, se le sumaron otros factores desfavorables. El sonido, esta vez, no fue de lo más óptimo. La potencia de la intachable voz del cantante no era la misma que la de otros años. Y de a poco las quejas comenzaron a correr por el sector vip. Por momentos, el volumen de la voz alcanzaba niveles inesperados y emocionaba al público, pero decaía en cuestión de minutos.
La seguidilla de temas movidos entretuvo a los espectadores, pero a la larga comenzó a tornarse un poco aburrido. El hecho de que las imágenes proyectadas sobre las pantallas gigantes que conformaban la escenografía hayan sido similares a las de varios recitales anteriores es un detalle que tampocó pasó desapercibido.
Físicamente, a Luis Miguel se lo vio radiante. Con su sonrisa enloqueció toda la noche a la tribuna femenina. Los tres cambios de vestuario fueron impecables. Arrancó con el mencionado traje negro. Luego, apareció en escena con una camisa negra y un saco de terciopelo del mismo color; y, terminó con la clásica remera ajustada, que hizo delirar a las fans.
A yer, el espectáculo del músico, similar a los ya dados en Paraguay, Corrientes, Córdoba, Santa Fe y San Luis, propuso un recorrido arriesgado por las canciones más movidas que componen tres décadas de su repertorio artístico y que hicieron bailar a miles de fanáticas y enojar a otras que esperaban más boleros y baladas románticas.

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