31dic2007 - Acuérdate de Acapulco | El Mercurio (Chile)

Medios | Archivo de noticias

TITULO: Acuérdate de Acapulco
FUENTE: Diario El Mercurio
AUTOR: Juan Pablo Meneses
FECHA: Santiago de Chile, domingo 30 de Diciembre de 2007
LINK: http://blogs.elmercurio.com/revistadeldomingo/2007/12/30/acuerdate-de-acapulco.asp

Acuérdate de Acapulco

Esta mañana, antes de venir a ver los clavadistas, me llegó el mail de un amigo que alguna vez estuvo en Acapulco. Me dice que pregunte por Chupetas, uno de los primeros clavadistas de Acapulco. Luego me habla de estos personajes que día a día vuelan frente al precipicio, arriesgando sus vidas por unos pocos aplausos y propinas y por la gloria de ser lo que son. Como tantos.
Ahora es de noche y en la boletería hay una fila de turistas. Pese a que su gran época pasó hace años, Acapulco sigue siendo atractivo para los visitantes. Su fama hoy tiene que ver más con los mega fiestones de amanecida, las discotecas ultrachic con salones especiales para los "guaruras" (guardaespaldas), los escolares estadounidenses que vienen a emborracharse en vacaciones de primavera, y Luis Miguel (vive aquí, todos lo mencionan, las radios le dedican especiales, está a la cabeza del nuevo megaproyecto inmobiliario, pero nadie lo ve nunca). Entre todo lo anterior, los clavadistas siguen teniendo su público fiel: veinte o treinta personas por función.
Los clavadistas tienen una cooperativa. Ellos mismos cobran entrada, venden bebidas y entrenan a las nuevas generaciones de acróbatas. Con el dinero de la entrada pagan un seguro para accidentes y reparten comida y bebida para todos. Son muchos y viven modestamente.
A uno de los clavadistas, al que llaman Pichi, le pregunto por Chupetas. 'Eh... Chupetas se nos fue, murió hace como cuatro años', responde. Le digo que lo siento, y me dice que no me preocupe, que el viejo se fue feliz, que siempre hizo lo que quiso y que saltó hasta el último día.
Los clavadistas hacen hasta cuatro presentaciones diarias, y la de ahora es la primera de la noche. Suben por la gruta, trepando como lagartijas con cuerpo de salvavidas. No recuerdo si la primera vez que supe de ellos fue en La cámara extranjera, de Don Francisco, o cuando en Tardes de cine pasaron Acapulco, de Elvis Presley. Pero aunque sé que estoy llegando más de veinte años tarde, me emociona estar aquí.
Las cámaras están listas, los turistas nos empujamos para ver, los clavadistas ya se han persignado y estiran los brazos. Los tenemos a pocos metros. Se puede escuchar su respiración agitada mientras miran el mar, nerviosos o haciéndose los nerviosos mientras esperan que venga la ola, porque sin la ola la profundidad del agua es de un metro, y si saltan ahora se parten la cabeza. Por eso esperan que venga la ola, para que el colchón de agua se infle y los salve. Todo eso se habla mientras esperamos que los protagonistas salten de una buena vez.
Pichi toma impulso y se lanza de la gruta más alta. Vuela en caída libre 35 metros. Tiene los puños rígidos, para golpear el agua. Entra al mar sin salpicar. Los espectadores nos asombramos. Se demora hasta que sale y todos aplaudimos. Levanta los brazos unos segundos y vuelve a lo suyo. A subir por la misma gruta, como todos los días, sin importar si es 2007 o 2008.